MUJERES EMPODERADAS EN LA MIRA

La fuerza de una mujer

En este espacio mi objetivo principal es compartir vidas reales de mujeres que prueban diariamente su fuerza y poder, tomando la decisión de luchar para mejorar sus vidas.

YALESKY MASS

 

Comenzó su camino en la gimnasia en Venezuela desde muy joven. Estudió ballet y a los 5 años, su madre la sacó del ballet y le permitió elegir cuál sería su próxima actividad. Ella escogió la gimnasia, atraída por las coreografías, los trajes rosas y la flexibilidad. Sintió un deseo de formar parte de la belleza de la gimnasia y a los 7 años se abrió paso en este mundo.

Sus primeras entrenadoras fueron una cubana y una rusa, quienes estaban en intercambio de profesores de gimnasia en Venezuela en ese entonces. Su favorita fue Daisy, la profesora cubana, con quien aún mantenía contacto mediante cartas después de que ella regresara a su país. Ambas se tenían mucho cariño.

Después de algunos años en la gimnasia rítmica, decidió incursionar en la gimnasia artística. Pasó por caídas, golpes, haciendo mortales, maniobras con barras y mucho entrenamiento, 7 días a la semana, 4 horas al día. Esta situación la llevó a pedirle a su madre que quería desistir. Fueron las palabras que recibió a su corta edad las que forjaron su carácter y le enseñaron la resiliencia. Su madre le dijo: “Hija, muchas veces en la vida vas a pasar por dificultades y no te puedes dar por vencida”. Ella comenzó a ver acrobacias mucho más difíciles que las que ella hacía, lo que también le dio fuerzas para continuar en este tipo de gimnasia.

Más tarde, se retiró debido a una lesión en la rodilla (hemorragia del líquido sinovial) con apenas 8 años. Pasó 8 meses en reposo absoluto y, cuando regresó a su grupo, sus compañeros ya habían avanzado mucho. Su madre le aconsejó dejar este tipo de gimnasia para darles a sus compañeros la oportunidad de ganar las competencias.

“En el deporte hay que estar muy consciente de cuándo colaboras o perjudicas al grupo. No es solo tu anhelo de ganar, sino la conciencia de cómo aportas al equipo”, dijo Yalesky Mass.

Estos pensamientos de humildad, empatía y espíritu de compañerismo fueron sembrados por su madre, quien siempre le habló a Yalesky con la sabiduría de una madre ejemplar.

Debido a la situación de su rodilla, decidió comenzar en la gimnasia aeróbica, convirtiéndose esta en su favorita. Con ella viajó representando a Venezuela por varios países, como Brasil, Japón, Cuba, Colombia y Bulgaria.

Esta gimnasia es una mezcla entre la rítmica, donde hay mucha flexibilidad y elegancia, y la artística, donde están las piruetas, mortales y acrobacias.

Mientras tanto, la situación en Venezuela empeoraba cada día. En 2016, Yalesky estudiaba en la Universidad Bicentenaria de Maracay, una universidad privada muy costosa, pero la única que ofrecía psicología en el área y ella quería estudiar esa carrera. A medida que seguía compitiendo como gimnasta, comenzó a ver a su madre esforzarse mucho para mantener su carrera psicológica y su carrera como gimnasta. Fue entonces cuando decidió tener un trabajo también. Ante las dificultades en Venezuela, ambas tenían dos trabajos además de las formaciones que ella estudiaba y practicaba. Fue una época de mucho estrés y cargas emocionales enormes para Yalesky.

La presión de costear, competencias, entrenador, universidad, materiales, viajes, representar al país en el extranjero y las circunstancias precarias de Venezuela, invertiendo meses de esfuerzo para poder presentarse. Fue entonces cuando Yalesky comenzó a ver el deterioro físico de ella y su madre; la veía cada vez más delgada, sin una buena alimentación en casa, con carencias que pasaban cada vez más factura a su futuro.

Tomó la decisión de irse del país. Absolutamente nadie de su familia estaba de acuerdo con que ella se fuera. Le dificultaban los trámites que tenía que hacer para irse, pero ella persistió e ideó un plan donde su mejor amigo, que se encontraba en Ecuador, le facilitaría un trabajo y un lugar para estar mientras se alineaban sus finanzas en el exterior.

Dos días antes de irse a Ecuador (por tierra), su teléfono dejó de funcionar, así que emprendió estos viajes sin comunicación y con solo 300$ en su bolsillo, los cuales había comprado su madre y reunido entre ambas para poder irse con una “base” y no pasar por tantas complicaciones fuera de su país y lejos de sus familiares.

Atravesó toda Colombia en autobús. Al llegar a la frontera con Ecuador, se vio con menos dinero, y comenzaron los verdaderos problemas cuando se enteró en migración que no podía entrar con menos de 500$ a este país. Algunos emigrantes antes que ella reunían el dinero entre varios y conseguían los 500$, luego los devolvían y así podía entrar la mayoría, pero para cuando ella se presentó ya habían descubierto este vaivén de dinero y no podían comunicarse entre los emigrantes que querían entrar. Así que Yalesky fue con sus 300$ y oraciones para que le visaran el pasaporte y pudiera entrar a Ecuador. Al encontrarse con el policía a cargo de la migración, este le dijo: “No puedes entrar y no solo por el hecho de tener 300$, sino porque de los 300$, 200$ son falsos”.

El mundo se le vino abajo. Sintió desespero, dolor y mucha frustración, pues habían engañado a su madre en Venezuela, al venderle dólares falsos. Sin tener comunicación con su familia y perdida en Ecuador, estudió sus opciones y decidió irse a Perú con un grupo de venezolanos a los cuales también les habían negado la visa. Se encontró con un presente desesperante: 100$ y una dificultad enorme por delante. Al llegar a Perú, pudo comenzar a forjar su camino, con mucha dedicación y trabajo vendiendo café en un mercado donde trabajaban el resto de los venezolanos que ella conoció en el camino, vendió helados y con muchos sacrificios pudo hacer una base para independizarse y conseguir su estabilidad financiera.

Al año, su hermano se encontró con ella y pudieron juntos traer a su madre a Perú. Ella no se detuvo entre estas dificultades y, en cuanto tuvo sus papeles, pudo comenzar su carrera como coach de gimnasia. Su presente cambió exponencialmente, pues como Entrenadora en la selección nacional de Perú ganaba muy bien y, a pesar de lidiar con personas sin humildad y con xenofobia por ser venezolana, nada la detuvo. Se mantuvo leal a sí misma, resiliente y con muchas ganas de seguir creciendo en su vida.

Así abrió su academia de Gimnasia y Ballet junto con una amiga muy querida de la escuela llamada Margareth. Aunque no fue fácil crear una academia desde cero, en plena pandemia mundial, poco a poco su crecimiento le brindó más libertad financiera, y fue así cuando Yalesky decidió irse a España, un país donde vive muy feliz y continúa su crecimiento como Entrenadora.

Es una mujer admirable, llena de fuerza y principios que, aunque tuvo momentos complicados en su vida, siempre se mantuvo con la elegancia de una guerrera.

 

EL PODER DE CADA HISTORIA REAL.